Cuando la DANA golpeó Valencia con fuerza, dejando devastación y caos a su paso, un grupo de médicos demostró que la solidaridad no conoce horarios ni fronteras. En este reportaje, recogemos algunos testimonios de médicos que se trasladaron de forma voluntaria o como parte de su jornada laboral para brindar atención médica y apoyo a quienes más lo necesitaban, recordándonos que la humanidad es el mejor remedio en tiempos de crisis.

Dra. Mari Carmen Gallego, médica de Atención Primaria

“Decidí ofrecerme como voluntaria al darme cuenta de que, como médica, mi labor sería necesaria para abordar las graves consecuencias en la salud de la población afectada. Mi principal tarea fue atender patologías agudas como heridas y brindar apoyo psicológico, además de acompañar a personas que requerían bajas laborales. También me encargué del seguimiento de pacientes crónicos confinados en sus hogares, gestionando llamadas desde el call center del Hospital La Fe. El mayor desafío fue la dificultad para desplazarse a las zonas afectadas, especialmente en departamentos donde no disponíamos de medios de transporte. Entre las afecciones más comunes encontramos diarreas, heridas, lesiones cutáneas por el barro y complicaciones respiratorias, como bronquitis, por la suciedad y el polvo en el aire. La dificultad de los accesos en algunos departamentos complicó el trabajo. Tras completar nuestras jornadas laborales habituales, acudíamos a los centros necesitados o al call center, muchas veces por nuestros propios medios. Destacó, además, la implicación de residentes en formación, especialmente de medicina de familia, quienes desempeñaron un papel fundamental.

Fue especialmente difícil poder atender a todos los pacientes que lo necesitaban, en particular a ancianos y personas frágiles que no podían salir de sus domicilios. Estas experiencias, aunque gratificantes por el servicio prestado, también dejan una profunda huella emocional”.

Dra. Lucía de la Puente, Medicina de Familia y Comunitaria

“Escuchar los testimonios de compañeros en guardia y de personas afectadas en Aldaia, Chiva y Pedralba me hizo consciente de la magnitud de la situación y de cuánta ayuda sería necesaria para recuperar una semblanza de normalidad en las zonas afectadas. Mi labor principal fue como médica en puntos de atención sanitaria y domicilios en Aldaia y Catarroja. Aunque colaboré en tareas de limpieza, me enfoqué en lo que mejor podía aportar, y es que los médicos somos imprescindibles en estas circunstancias. El mayor desafío inicial fue decidir qué casos derivar al hospital y realizar seguimientos con equipos voluntarios. En días posteriores, el reto fue garantizar el acceso de pacientes frágiles a la sanidad, especialmente aquellos sin acceso a redes sociales para informarse de los puntos de atención.

Las patologías comunes evolucionaron: en los primeros días atendimos heridas y cortes; luego surgieron problemas respiratorios, gastroenteritis y falta de medicación crónica. Más recientemente, hemos observado un aumento de patologías relacionadas con la salud mental, un desafío que requiere una respuesta sostenida. Quiero destacar la respuesta de profesionales comprometidos y redes vecinales organizadas. A nivel emocional, este trabajo ha supuesto un desgaste significativo. Los días iniciales fueron extremadamente duros, y el cansancio combinado con la autoexigencia es difícil de manejar. Sin embargo, mi red de apoyo, desde mis pacientes hasta mi familia y amigas, me ha permitido continuar”.

Dr. Antonio Monrabal, médico de Atención Primaria

“Durante la DANA en Valencia, sentí que mi deber como médico era estar presente donde más se me necesitaba. Mi presencia continuada en Parque Alcosa, Alfafar, fue por decisión de mi Departamento de Salud (Dr. Peset) que entendió que, dado que esa zona básica tenía los dos centros muy afectados y que además tiene el punto de atención continuada de varios pueblos, su coordinadora necesitaba un refuerzo. Asumí labores de atención sanitaria en condiciones extremas, tanto en domicilios como en un consultorio auxiliar que quedó completamente destrozado. Me encargué de coordinar su rehabilitación, enfrentándome a la falta de puertas, electricidad, conexión informática y un palmo de barro en el suelo. En menos de 48 horas logramos ponerlo en funcionamiento gracias al esfuerzo colectivo. En los primeros días atendimos una gran variedad de necesidades: pacientes que habían perdido medicamentos, lesiones causadas por caídas, patologías agravadas y personas enfrentando la pérdida de familiares o bienes materiales. En medio de esta situación, el esfuerzo colectivo prevaleció. Trabajamos sin descanso y en equipo, integrando médicos, enfermeros, psicólogos, auxiliares y farmacéuticos, sin importar la hora o el día. Aún queda mucho por hacer y es evidente que esta experiencia tendrá un impacto emocional duradero, tanto en los profesionales como en los afectados”.