Dr. Juan José Vilata: “El arte, en cualquiera de sus formas, es enriquecedor para un médico”

Dr. Juan José Vilata Corell, especialista en Dermatología y responsable de la Comisión de Artes Escénicas del ICOMV
El Dr. Juan José Vilata ha dedicado toda una vida a la medicina, a la universidad y al conocimiento compartido. Catedrático de Dermatología en la Facultad de Medicina de la Universitat de
València y hoy professor honorari de la misma, también fue coordinador del Servicio de Dermatología del Hospital General de Valencia, donde ejerció además como jefe de estudios y presidente de la Comisión de Docencia. Su prestigio académico le ha llevado a ser miembro de número de la Real Academia de Medicina y referente nacional en su especialidad.
En 2021, el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Valencia le concedió el Certamen a la Mejor Trayectoria Profesional, un reconocimiento que simboliza no solo sus méritos acumulados, sino el aprecio y respeto de sus colegas. Vinculado durante décadas a la docencia universitaria y hospitalaria, ha formado a generaciones de médicos, dejando huella tanto en las aulas como en la práctica clínica. Hoy, ya jubilado, coordina la Comisión de Artes Escénicas del ICOMV, donde ha recuperado su pasión por la poesía y la escritura, cultivadas desde la infancia. En esta entrevista, repasa
su recorrido con serenidad y lucidez, y reivindica el valor de integrar la técnica con la sensibilidad, la ciencia con la palabra. Porque, como él mismo afirma, el médico que no cultiva también las humanidades, se queda incompleto.
Si tuviera que definirse más allá de los títulos y cargos, ¿cómo se presentaría usted mismo?
Me considero una persona normal. Siempre he trabajado mucho en los distintos ámbitos en los que he estado, pero nunca he buscado premios ni reconocimientos. Lo que he conseguido ha sido fruto del esfuerzo, de oposiciones o del voto de mis compañeros. Nunca he perseguido distinciones. Lo más importante, al final, es mantenerse fiel a uno mismo y hacer las cosas con honestidad.
¿Qué fue lo que le atrajo de la Dermatología?
Empecé interesado por la farmacología. Incluso después de acabar la carrera seguía yendo por las tardes al laboratorio de Farmacología, donde estuve varios años como interno. Pero en sexto de carrera descubrí la dermatología y me llamó poderosamente la atención. Me gustaban las enfermedades infecciosas, y la dermatología tenía mucho de eso, además de fórmulas magistrales, algo que compartía con la farmacología. Esa conjunción me fascinó.
Como catedrático, ha formado a generaciones de médicos. ¿Qué valores ha intentado transmitir más allá del conocimiento técnico?
He intentado animar a los estudiantes y a los médicos jóvenes a seguir vinculados a la universidad. Cuando me jubilé, todavía dirigía mi cátedra. A lo largo de mi trayectoria he sido director de 19 tesis doctorales, casi todas vinculadas a mi hospital, y he tratado de inculcar el interés por la docencia y la investigación. La formación no se limita a lo técnico: también hay que saber comunicar, ser riguroso, trabajar en equipo y, sobre todo, mantener la pasión por aprender y enseñar.
¿De qué manera se conectan, en su experiencia, la medicina y las artes escénicas? ¿Cree que los médicos deberían acercarse más al mundo del arte?
En mi vida siempre ha habido un espacio para la literatura, sobre todo para la poesía. Desde pequeño leía mucho. Escribí mis primeros versos en la infancia, alentado por algunos compañeros del colegio. Incluso le hice una poesía a mi madre. Luego, al entrar en Medicina, esa parte quedó en pausa, porque la carrera exigía total dedicación. Años después, ya jubilado, recuperé ese interés por escribir. Mandé poemas a concursos, empecé a participar en actividades del Colegio de Médicos, y retomé con ilusión lo que había dejado de lado durante años. Pienso que el arte, en cualquiera de sus formas, es enriquecedor para un médico. Nos ayuda a no perder de vista la dimensión humana del ejercicio profesional. La medicina no es solo técnica: necesita sensibilidad.
¿Cómo nació la Comisión de Artes Escénicas del ICOMV y cuál fue su motivación personal para involucrarse en ella?
Entré casi de forma casual. Al recibir un premio del Colegio, conocí a personas vinculadas a las actividades culturales y me propusieron participar. Poco después me presenté a un certamen de relatos, y más adelante, al ya estar jubilado, sentí que era un buen momento para implicarme. Me animaron desde el entorno del Colegio, y acabé siendo coordinador de la Comisión en un momento en el que se reorganizó su estructura para integrarse de forma oficial en el Colegio de Médicos. Desde entonces, hemos impulsado muchas actividades: talleres de poesía, recitales, lecturas de clásicos… Hemos fomentado tanto la figura del médico que escribe como la del rapsoda que interpreta textos de otros. Incluso impulsamos la creación del primer premio de poesía de la Fundación. Todo ello con el objetivo de mantener viva esa dimensión artística entre los compañeros.
¿Qué lugar ha ocupado la escritura en su vida, más allá de la poesía?
Escribir siempre ha sido una constante, también en el ámbito científico. Creo que escribir bien es parte del trabajo de un médico, sobre todo cuando se dedica a la docencia y la investigación. Durante años fui quien corregía los textos en mi equipo, porque me preocupaba que estuvieran bien expresados, con precisión y claridad.
A lo largo de los años ha trabajado con figuras destacadas. ¿Qué personas han influido más en su formación profesional y personal?
He tenido la suerte de rodearme de grandes profesionales y mejores personas. En el Instituto Médico Valenciano, nombres como el profesor López Piñero, López Merino o el profesor Narbona fueron fundamentales para mí. Estaban muy vinculados al Colegio de Médicos y me ayudaron a reforzar no solo mi formación médica, sino también mi dimensión cultural. Con ellos compartí inquietudes que iban más allá de la medicina asistencial. En el plano profesional, siempre he valorado a quienes confiaron en mí desde el principio, como el profesor Aliaga, que me ofreció la oportunidad de participar en la creación de un nuevo servicio de dermatología. Y, por supuesto, todos los compañeros con los que he trabajado codo a codo en el hospital y en la universidad: sin ellos, nada habría sido igual.